sábado, 10 de enero de 2009

Un pequeño tributo para el personaje del año 2008

Me propuse responder esta pregunta y lo he resuelto de una forma, honesta y sencilla, sin caer en el error de los medios de comunicación que solo vieron las grandes victorias del ejercito nacional que sin discusión emociona demasiado al conseguir rescatar a 15 personas que permanecieron amarradas a un árbol, algunos hasta por más de diez años; esto no se puede desconocer cuando la palabra libertad tanto la extrañamos pero su presencia es ausente.

Aunque mi respuesta no podía quedar en una solución tan obvia y tan primaría, me atreví a observar más allá, y comparto con lo que acierta Salud Hernández[1] en el personaje, el héroe o el orgullo del año: ese colombiano que algunos lo quieren olvidar rápidamente.

Esto es un tributo a la sonrisa que a pesar de su melancolía busca un motivo de alegría, característica de los indígenas que buscan que sus derechos sean respetados y de familias que son expulsadas de su parcela, de su bienestar, de su sitio en el que nacieron y sin duda en éste pensaron morir, amando la tierra y odiando la violencia, su único pecado fue ser humildes, como también rechazar a esos hombres que han derramado litros de sangre en mi país.


Me detengo a observar a grandes hombres, a ellos que se han atrevido a empezar nuevamente, sea en la capital, o en cualquier de los mil cien municipios de Colombia; o esas pocas familias que han aceptado retornar a sus campos, tras asegurar por parte del gobierno que los violentos ya no los molestaran y que esa horrible noche no volverá a suceder.

Campos que se quedaron solos, o tal vez fueron victimas también de los bárbaros, por que ellos no ofrecieron ese trato y cuidado que el abuelo de setenta años dedico toda una vida, con una rutina que fue levantarse todos los días a las tres de la mañana, según cuenta mi padre, a ordeñar las vacas, a pastar los bueyes para tenerlo listo a las nueve de la mañana en el arado, eso sin descuidar el tinto que es el único alimento hasta las siete de la mañana cuando la mujer llama a desayunar, ofreciendo el tradicional caldo de papas y un tazado de chocolate que reconforta el aliento que ha sido dejado en el campo cuando usted y yo estamos durmiendo.

Extensos terrenos, ganado y toda una vida que es dejada al acecho, a esos malos que solo les importo intimidar, expulsar y humillar, solo para ellos fue negocio, pero para otros fue extraerles un parte de su corazón que es dejado con inmenso dolor, porque solo te dan veinticuatro horas, cuando se tiene suerte o tal vez menos de tres horas para que empaques lo que más puedas, así mismo la suerte de tu familia que se tiene que ir contigo, no se adonde, pero se cuando: ya, y si no es ahora, nunca abra cuando.

Estos campesinos que en este 2008 llegaron de sus lugares de amor, de toda una vida, que nosotros, como nos lo cuenta Codhes[2], con números tan aterradores como las más de 50 familias que aparecen diariamente en Bogotá y Soacha, causándonos una extrañeza, por esta razón los vemos como si ellos fueran verdes, de tres ojos, unos completos extraterrestres.

Fenómenos que solo fueron escuchados, vistos, o rechazados cuando caminaban al lugar más céntrico de esa sociedad que los olvido, el parque de la noventa y tres, por lo que nunca se llego a pensar que para ser observado no como lo he dicho, sino como seres que imploran que las promesas hechas por parte del gobierno sean cumplidas, así mismo nuestra deuda, la de la sociedad civil, es decir el estado colombiano, que no acepta, no escucha, es por esto que solicito que abramos los ojos a una realidad que los noticieros ya ni nombran, porque se cree que esto ya no es noticia y se ha superado, como diría algún Obtusiano por ahí; podría decir que esto ya no se ve en su esencia, o mejor ya no tan exageradamente como en la mitad de los años noventa, ¿pero porque los números tan elevados?

El levantarse, después de estos golpes tan despiadados en que no solo se asalto su patrimonio, sino que se priva de la vida a miembros de una familia, por esa persecución tan despiadada que ve en la persona común, en mi gente del campo que no negó un plato de mazamorra a ese guerrillero o a la gente de ese frente que sin importar el motivo que fuere tiene hambre y es humano.

No los estoy defendiendo, tampoco los estoy apoyando, porque esta idea fue la que nos condeno y nos sigue condenando, una polarización que ha creado dos países o tal vez tres, que creo que en ese el campesino, algunos pocos y los indígenas del Cauca, o del choco, o del Tolima, o Santa marta se sitúan; ese tercer país que los violentos arrebataron, que quisieron borrar de la existencia, eliminar sus raíces, pero ellos no perdieron jamás la dignidad ante sus agresores, ni dejaron de luchar en solitario por seguir viviendo[3].

Volver a creer en un país que les dio la espalda, secarse las lagrimas o mejor recoger las lagrimas que la tierra ha absorbido, porque ni esto dejaron los violentos, en esos días de tristeza, que han secado los ojos, por lo que ahora los sentimientos no son de venganza, es de volver a trabajar, el de dar un paso al frente y seguir caminando.

Es cuando la resistencia, esa palabra que tanto admiro porque es el reflejo de ese colombiano que no quiere caer en el olvido que seremos[4], quiere permanecer, no lo quiere olvidar, se debe levantar, dejando ese pasado, más nunca en el olvido, porque de él se aprende, esas imágenes son el testimonio de cuanto se ha sufrido, que ni usted ni mucho menos yo parecemos haberlo entendido.

Asumir una nueva vida en la ciudad para sobrevivir, realizando labores como amasar arepas, tomar cursos del Sena[5], fundar una panadería, tomar la pala y el palustre en la albañilería, ser vigilante, repartir periódicos, servir jugo de naranja en los paraderos de buses a las cuatro de la mañana, como quieran renacer entre las cenizas, como la mitología nos cuenta.

Pero están otros que recién llegados a esta ciudad de ladrillos solo encuentra rechazos ante la búsqueda de una oportunidad y admiro el espacio que ofrece el gobierno distrital de Bogotá que es dar una ocupación para prestar un servicio de guía cívico, como única opción que agradezco profundamente, porque se ha cerrado las puertas en empresas que se dicen llamar de responsabilidad social que los señala y aterra, con ese paradigma de traer la violencia en la frente, cuando lo único que se pide es que me aceptes y que he sufrido tanto; que un no, no me perjudica, al contrarío me empuja a buscar más oportunidades y mañana tú lloraras al preguntarte, porque asumí este comportamiento mezquino e indolente.

______

En los personajes del año, también es obligatorio reconocer a esos seres que han luchado por siglos, años y meses ante una solución, que es el reconocimiento por parte de nosotros que ellos si existen.

Los indígenas, esos colombianos que la constitución los reconoce, pero parece que se han esfumado de nuestro conocimiento, los hemos borrado de nuestra vida y hasta creemos que es una ofensa cuando alguien nos dice indios, un orgullo que pocos aprecian.

Minga indígena, guardia indígena, Consejo Regional de Indígenas del cauca (Cric), Organización nacional de Indígenas de Colombia (Onic), conjunto de frases que simbolizan a las personas más luchadoras de Colombia, que han sido víctimas de un desprecio, resultado de ignorar de donde somos, víctimas del señalamiento y la guerra sucia de gente que se dice de bien atreviéndose a suprimir un pensamiento mediante el juicio que son colaboradores de los violentos.

Pero ellos son el resultado de una sorprendente movilización que inician desde sus regiones olvidadas, de la organización más increíble por parte de una cultura que mostró su poder en las carreteras colombianas y en la gran ciudad, que a pesar de formas tan pobres de pensar por parte de algunos, que opinan que aceptan la movilización pero no en las carreteras, surge la curiosidad si una marcha tendrá un resultado positivo cuando se quiere ocultar o aislar una realidad, para que muy pocos observen una obligación que ha sido oprimida.

Aprendimos mucho en el año que pasa, aprendimos que hay personas que buscan sus objetivos, a pesar que la distancia sea su obstáculo, por lo que caminan, o se transportan en chivas, que con recursos propios han contratado como me dijo un habitante del Cauca, cuando visitaron la sede de la universidad nacional, junto a cientos de habitantes, aclarándome que lo único que se desea es trabajar y ser respetado, conclusión que los campesinos víctimas de los violentos coinciden.

Sin olvidar que la minga indígena, son víctimas de la epidemia que creo el hombre: violencia, muerte, desplazamiento, resultado de largos días de dolor, que aun existe al observar esa capa roja que la tierra se asombra por la cantidad de lideres, de indígenas y campesinos caídos a manos de mutantes, estos que aquí si se deberían reconocer con este arquetipo, de extraterrestres que desconocemos porque hacen sufrir con actos como callar al esposo de la líder de la minga, al joven fusilado, al niño desaparecido, a la familia sembrada en la penumbra y al anciano anulado.

Esa gente que llego a la ciudad, que salio de su tierra voluntariamente y deseo ser escuchada, se aguanto el frió de Soacha, de la Universidad, así mismo el dormir de algunas familias se fue en blanco por la incomodidad de una tierra que desconocieron, testimonio que me dijo alguien cuando esta tierra se siente árida, pesada, más fría, más triste, seguramente por la urbe en que se ha convertido; en cambio por allá, en Cauca, en Tolima su tierra es agradable, huele a vida, a campo, se siente el amor para sembrar.

Son ellos, los que se retiraron porque no pudieron más, los oídos sordos fueron bastantes, así que se fueron para Cauca a resistir de la única forma que saben: con el arado, con la siembra del fruto, con el ordeño, a defender su lugar declarado territorio de paz, frase que busca que la violencia no los atormente, ni los interrumpa.

Esto deberíamos hacer todos los colombianos, el declarar nuestro territorio nacional como “territorios de paz” y rechazar la violencia en todo el sentido de la palabra, nunca aceptarla por tanto daño que produjo y sigue haciendo.


Esos son los seres que junto a los campesinos de la tierra colombiana les reitero mi respeto y esto es un pequeño homenaje por ser la resistencia, el dolor, el orgullo, la tristeza y el amor.

[1] Columnista Diarío El Tiempo
[2] Junto a Codhes, el Alcalde Samuel Moreno afirman que diariamente se están atendiendo 200 personas, es decir 50 familias, así mismo la entidad distrital UAO (Unidad de Atención y orientación a la población desplazada) muestra una cifra demasiado preocupante: desde Junio a Agosto del 2008 20.100 personas se han declarado en situación de desplazamiento, algo así como 4.020 familias y una estadística más precisa, son 112 personas que diariamente llegan a la capital, y esto genera que al no ser controlado esta realidad la entidad se desbordaría presupuestamente al imposibilitar las ayudas en salud, educación, vivienda, así mismo como lo afirma Codhes las ayudas que deben darse de forma inmediata como es alimentación, vestuario se verán comprometidos, además zonas de la parte sur y occidental de Bogotá como lo son localidades de Bosa, Ciudad Bolívar, Usme y Engativa , siguen engrosando el cinturón de miseria, que la ciudad ha olvidado, en medio de un desorden urbanístico, evidenciado en callejuelas, vivienda construidas sin las mínimas condiciones de seguridad , historia igual en regiones del país que tardan tiempo en reconocer territorios como legales, negando servicios básico como agua y alcantarillado, con una realidad cruda, el Acueducto es una petición que demora gobiernos, mientras esta necesitad básica urge rapidez para asegurar ese mínimo existencial que un estado de derecho ofrece.
[3] HERNADEZ Salud, Mi personaje del año, Columna Diario El tiempo, 28 de Diciembre 2008
[4] ABAD Héctor, El olvido que seremos. Editorial Plantea (No necesito decir el número de hoja que aduce a mi escrito, porque todo en conjunto responde al porque del titulo, que conmueve y profundamente cuestiona nuestra esencia de vida)
[5] La institución más maravillosa que hay en Colombia, que admiro con respeto, que recibe criticas de algunos por una capacitación rápida, que solo busca la productividad, pero es una solución tan oportuna a miles de familias que buscan educación de calidad, como intermedio para buscar un bienestar cuando las oportunidades, que son muchas han sido cerradas por el problema eterno de la abismal diferenciación social.






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